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La gracia

27 de abril de 2025

Aburrida de tanto confesionario, pero también de tener que trabajar, Juana, santiguándose a la entrada de la Iglesia de Nuestra Amada Virgen, no le quedo remedió y se enclaustro para poder dormir y comer.

Pero cada día estaba más excitada. Tenía relampagueos bajo el vientre y soñaba con amarres, y cosas saliéndose y entrando por cada orificio. Le calmaba todo lo anterior un tecito de melisa con miel antes de dormir, pero era insoportable la candela que sentía luego de la comida en el comedor general.

Harta de esa ambivalencia de su sexo, de la cual buscaba, y anhelaba con todo el corazón la purificación espiritual y sobre todo, la práctica de los salmos como el sincero deseo de ayudar a los más necesitados, acudió al confesionario.

Padre ayúdeme –suspiró, con un dejo de deseo– ya no aguanto esta calentura.

Hija mía, contame, por qué te viene está excitación –pregunto el venerable, mientras se tocaba la entrepierna.

No sé, es antes de irme a acostar, a veces incluso es un involuntario pensar y sentir, en mis sueños –dijo, mientras se humedeció.

A veces, hay que darle rienda a lo que sentimos –dijo como diciendo para sí– pero te sugiero hija mía, que por favor consideres tu estancia acá. Vete.

Así, sin darle la bendición, Juana se encontró en sus aposentos junto a la cruz, anonadada que el párroco la haya despachado sin su bendición y sin un cumplimiento de penitencia de por medio. Seguía viendo la cruz, que era larga y gruesa en el extremo, y así, como quién tiene un pensamiento inocente, la tomo al revés.

Al principio pensó en el obvio sacrilegio del invocársela en su vulva. Normal, cualquiera incluso fuese o no monja lo hubiera considerado como tal. Pero de nuevo, la maldita noche, y los gritos internos volvían a sucederse. E incluso llovió.

Algo le rogaba que lo hiciera e incluso, pensó que era parte del plan divino de nuestro señor Jesucristo. Así, Juana, joven y en edad de merecer, incluso salivando, lo considero pertinente hacerlo. Pero en el baño, así los gemidos los podía de algún modo contener con los ruidos del agua del grifo, que a pesar de la lluvia del tejado estruendoso, supuso que era necesario tener un plan alternativo, con pestillo y seguridad en el celo de lo oculto.

De alguna manera se las ingenio y, pudo pasar la guardia que en plena embarcación desde la península hacia estas bárbaras tierras, que de la capital de reino de Castilla, había arrivado.

Ya establecida toda su ceremonia, quizá comenzar, sólo que lo que por la ventana observó, dos nativos. Estaban haciendo su anhelo de lo más entregados a su euforia. Gimiendo tan estrepitosamente, sobretodo la nativa, se admiró de inmediato de que ningún curioso estuviese con miradas furtivas viendóles. La selva era espesa y densa, y con la lluvia era como si las palmeras levitaran. Lluvia con un furioso calor, este clima sin duda la debilitaba aún más. O no.

Los nativos parecían que tenían la gracia del señor en su afán. De la sola mirada, el palpito de los corazones de Juana, tanto el alto como el bajo, eran estrambóticos.

No sé entiende, sin embargo, que pesé a la mañana siguiente, a Juana la hayan encontrado acaecida en el baño, una vez que forzaron la puerta, dado que, cerrado por dentro, y con el agua corriendo, las hermanas comenzaron a llamar a la puerta.

Al parecer, Juana murió en su segundo sueño, llena de gracia, esperanza y amor al Señor, con la cruz frente a sus manos humedecidas, en rodillas viendo hacia la ventana. Una mirada plena estaba realizada sin embargo en su rostro.

Dios la tenga en su santo reino.